Nuestra feliz Constitución de 1978, por Javier Otaola
- Diccionario subjetivo

- hace 5 días
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Nuestra Constitución de 1978 ha tenido éxito allá donde la de 1931 fracasó, gracias a que la Europa de 1978 no era la de los terribles años 30 dominados por la crisis económica del 29, la miseria de las clases trabajadoras y por el auge de las ideologías totalitarias de izquierdas (comunismo) y de derechas (nacional-socialismo), y a que nuestros constituyentes no adoptaron simplistas posiciones reactivas,sino que plantearon una Constitución pensada precisamente para lograr una convivible concordia discordante, o sea una convivencia que no exigiera una concordia total y totalitaria, sino que admitiera dentro de un marco de legalidad las inevitables y legítimas discordancias de un régimen de libertad, que debe construirse precisamente buscando la integración y la cooperación con los que no piensan ni sienten como nosotros.
El modelo de la Nación española desde Carlos III ha sido zigzagueante. España, en algún momento acarició la idea de un poder centralista y uniformador al estilo francés, pero le ha faltado para llevarla a término una Revolución a la francesa tan sangrienta como la de 1789 y un Emperador tan ambicioso e imperativo como Napoleón. Por causa de las felonías de Fernando VII España tampoco llegó a construir un modelo estable de democracia parlamentaria genuinamente liberal al estilo inglés. La constitución de Cádiz de 1812, una de las primeras constituciones liberales de Europa, resultó fallida por falta de un Monarca a la altura de su tiempo, la ausencia de una burguesía tan emprendedora como la británica y la persistencia de posiciones reaccionarias y antiparlamentarias que se manifestaron al terrible grito de ¡Vivan las cadenas! El pulso liberal y democrático de la Nación ha sido lastrado por una fuerte Tradición integrista contraria a la idea moderna de Nación constitucional.
[El pensamiento de Ortega inspirador de la C.E. 1978]

Después del fallido proyecto de la II República, que fue algo así como nuestra República de Weimar, tras una cruenta guerra civil y una larga Dictadura de cuarenta años aprendimos la lección de la Historia y logramos consensuar un marco constitucional que buscó un acuerdo integrador. Con la Constitución de 1978 hemos restaurado a la altura del s.XX el constitucionalismo democrático y parlamentario del Cádiz de 1812 ensayando un modelo que se ajusta a las hechuras de nuestra Nación que nos ha incorporado a la Unión Europea, que derrotó el intento de golpe de Estado de
febrero de 1981 y el terrorismo etarra que durante años ensangrentó nuestra convivencia. Nuestra Monarquía constitucional hoy puede compararse con las Monarquías parlamentarias de Europa con más tradición democrática y parlamentaria: Reino Unido, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega y Suecia.
Gracias a nuestra Constitución de 1978 nuestra generación ha disfrutado, como nunca en nuestra Historia contemporánea, de un largo período de libertad y progreso de modernización y europeización, con una Monarquía constitucional y parlamentaria, que se federaliza mediante el reconocimiento de fueros territoriales como la Ley de Amejoramiento de Navarra, los derechos históricos del País Vasco y la consolidación de nuestras Comunidades Autónomas que componen la Nación española.
Nuestra feliz constitución de 1978 surge como proyecto tras las elecciones de 15 de junio de 1977 — las primeras desde las celebradas en febrero de 1936— y se consagra el 6 de diciembre de 1978 cuando se ratificó en referéndum con el respaldo favorable del 87,78% de votos, (siendo estos el 58,97% del censo electoral), entró en vigor el 29 de diciembre de hace 47 años. Este modelo político, se ha ido consolidando con la práctica institucional del Título VIII y gracias a la jurisprudencia emitida por el Tribunal Constitucional. Llegará, más pronto que tarde, la tarea de reforzar ese Título, asumiendo, con todas las garantías de funcionalidad política y seguridad jurídica, una monarquía parlamentaria y federal, —en la práctica política ya lo somos— que asegure los instrumentos jurídico-políticos que le permitan al Estado garantizar la solidez y la eficacia de nuestro sistema político constitucional en el marco de la Unión Europea. ¡Larga vida a la Constitución!




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