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Elogio y refutación de Nietzsche

Actualizado: 8 oct 2018





El síndrome de Nietzsche admite varias niveles de lectura que se superponen sin contradecirse. Aurelio Torres, el protagonista, igual que el Quijote perturbado por la lectura de novelas de caballería, es víctima de la lectura mal asimilada de la obra filosófica de Nietzsche –El anticristo, Más allá del bien y del mal, Así habló Zaratustra…- lo que combinado con la crisis que le produce la muerte de Mamá le lleva a romper con la vida felizmente convencional que lleva en Madrid: repudia a su mujer y a su hijo, se separa de sus socios, se aparta de los hermanos masones de su Logia –Argüelles- , se distancia de sus amigos… Esa ruptura total con su vieja identidad da paso a un extraño viaje en busca de una felicidad que se supone habita en el Gran Norte, en Estocolmo, donde reside un antiguo amor de juventud…, Britt.


El viaje será una peripecia jalonada de extraños personajes y de encuentros sexuales, de una lubricidad maníaca que le colocaran en comprometidas situaciones, todo ello conforma una especie de contra-iniciación en la que Aurelio Torres, que se ve como un discípulo del Viejo de la montaña, cambia de identidad y se va convirtiendo en la peor versión de sí mismo, un hiperbóreo que desprecia toda compasión y aspira a una soledad helada y aristocrática. El Destino tiene la última palabra y pone a prueba a Aurelio Torres, y su orgullo hiperbóreo. La aventura de Aurelio Torres puede leerse, simplemente como una historia de humor negro, en la que el protagonista es una especie de Torrente, castizo y rijoso, con ínfulas filosóficas, o bien como una reflexión filosófica enmascarada en una peripecia de humor negro.


El síndrome de Nietzsche suscita cuestiones radicalmente filosóficas como “el ser para la muerte” de Heidegger, la “voluntad de poder” o la “subversión de los valores” de Nietzsche, y juega también con la idea masónica del viaje como símbolo de transformación.


El discurso de Aurelio Torres es blasfemo, provocador, nihilista pero en realidad sucede en El síndrome de Nietzsche como en la novela de Houellebecq –Las partículas elementales- todo ese discurso se hace paródico y viene a ensalzar por oposición los valores contrarios: la lealtad, el valor y la bondad, la ley, la piedad, el vínculo entre sexualidad y amor…


El síndrome de Nietzsche, hablando de la angustia, de la violencia, del crudo sexo, de la muerte y del odio…deja ver su apuesta explícita por una antropología que podríamos llamar en un sentido simbólico –cristiana- de ahí el valor enigmático de la frase Frid vare eder. Todos los personajes de Mamá ha muerto vagan en busca de amor, aunque son también víctimas de las patologías del amor: dominación, dependencia, obsesión…

A pesar de sus riesgos, sólo el amor puede otorgarnos la felicidad; la libertad sexual puede ser divertida, gratificante, pero no nos colma; una libertad siempre descomprometida es como un tesoro enterrado, no se invierte en nada, nos deja en el aire, rompe nuestra condición de “seres en red” y nos convierte en meras partículas elementales, acorazadas en su soledad, flotantes, desarraigadas, perdidas… El amor – el ideal tras el que enloquecidamente va Aurelio- es redentor porque tiene capacidad para estructurar nuestra vida, para darle una arquitectura, un esqueleto…un sentido. El amor en todas sus formas –amistad, afectos consuetudinarios, simpatías, eros, ágape, filiación, maternidad/paternidad, familiaridad,…- nos vincula a otros, nos permite “ser en red”, nos hace compartir: compartir sentimientos, actividades, palabras y recursos.

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