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Izquierda y derecha, dos toscos conceptos políticos, por Javier Otaola




Izquierda y derecha, dos toscos conceptos políticos, por Javier Otaola «La tensión entre ambas tendencias termina produciendo una dirección común, aunque sea a regañadientes » Publicado en EL CORREO. 1.junio 2023

Hablando de política, no hay denominación más convencional y equívoca que la de izquierda y derecha; y, sin embargo, desde 1789 hasta nuestros días izquierdas y derechas -así, en plural- han sido las hebras que han tejido el curso de los conflictos y también de los acuerdos políticos en España y en el conjunto de Europa; son una topografía ideológica ineludible si queremos entender los últimos tres siglos de nuestra Historia.

Los catedráticos de Historia Contemporánea Antonio Rivera y Juan S. Pérez Garzón han publicado dos excelentes libros historificando el discurso político de esas dos referencias -izquierdas y derechas en nuestro país-, llevando a término un trabajo de historias paralelas y complementarias: 'Historia de las derechas en España' e 'Historia de las izquierdas en España'. En tiempos poselectorales y a la vez preelectorales, el eje izquierda/derecha volverá a ser la moneda corriente de nuestra conversación pública.

El origen del fetichismo izquierda/derecha se remonta a la Francia de los años finales del XVIII y trae causa de una asociación casual entre el espacio que ocupaban en la Asamblea Nacional los legisladores, todos reformadores en cuanto partidarios de una abolición de los poderes absolutos del monarca y de una organización parlamentaria del poder. Los jacobinos, los más extremosos, se sentaban a la izquierda del presidente, y a su derecha los girondinos partidarios de una monarquía parlamentaria al estilo británico.

El terror revolucionario de la izquierda jacobina ahogó al final al mismo Robespierre, después de haber asesinado a la oposición girondina destruyendo con violencia sectaria toda posibilidad de orden social en paz y libertad. Tras el terror, como suele pasar, el gobierno fue entregado a un general ambicioso, Napoleón Bonaparte, que en 1804 se coronó emperador. La Revolución guillotinó a un rey 'de derechas' para dar el poder a un emperador 'de izquierdas'.

En España, tras la muerte del dictador Francisco Franco, felizmente fuimos capaces de apalabrar un acuerdo nacional integrador. A pesar de los problemas vividos durante estos 45 años, nuestra feliz Constitución nos ha permitido disfrutar de más de cuatro décadas de paz, libertad civil y política, progreso social, modernidad cultural, prosperidad y europeización, lo que tiene un enorme valor comparativo a la vista de la dialéctica de 'los puños y las pistolas' que nos llevó a la Guerra Civil y a la dictadura.

Europa misma fue un polvorín en el siglo XX. Desde 1914 a 1945 sufrió dos grandes guerras y un totalitarismo de derechas, el fascismo en todas sus variantes -Auschwitz- así como un totalitarismo de izquierdas -Telón de acero, Gulag-, regímenes construidos sobre el odio y alimentados por 'idealismos' feroces, de razas, patrias e ideólogos con poses de profetas... de derechas y de izquierdas.


[Andrés Ortz-Osés]


Hoy sabemos que izquierda/derecha son conceptos políticos toscos que solo pueden ser funcionales si los entendemos relacionalmente -dualécticamente, diría nuestro filósofo Andrés Ortiz-Osés-. Ambos sesgos políticos se alimentan 'grosso modo' de motivaciones muy humanas: luminosas unas y otras muy oscuras. La izquierda se nutre, en su lado luminoso, del anhelo de solidaridad; pero en su lado oscuro se refuerza con el resentimiento y los fuegos de la envidia. La derecha se funda en su lado claro sobre el valor de la responsabilidad, vinculado a la libertad; pero en su parte oscura se alimenta con la motivación de la 'hybris' egoísta y la codicia.

Ambas pecan inevitablemente de parcialidad y de soberbia y, en sus extremos, conducen a la tiranía y al horror, representados por esos dos nombres cargados de terribles resonancias: Hitler y Stalin. Y, sin embargo, ambas perspectivas son dualécticamente dependientes. La dualéctica, que define nuestro filósofo vasco-aragonés Andrés Ortiz-Osés, supera el optimismo de la síntesis que presupone la dialéctica hegeliana y marxista, y asume la perpetua confrontación, la alternancia y la problemática complementariedad, escarmentándonos de la tentación de querer tener demasiada razón. La dualéctica propuesta por Ortiz-Osés no aspira a resolver las contradicciones, ni a superarlas, sino a «exprimirlas» de una manera parlamentada y así lograr un «zumo» de humildad y verdad práctica que nos sirva a la mayoría.

La concepción 'ortizosesiana' de la construcción social del sentido es aplicable al discurso político democrático que permite entender la relación izquierda/derecha no ya como dos púgiles en un cuadrilátero, en el que uno u otro tiene que caer, sino como los dos pedales de la misma bicicleta manteniendo los respectivos discursos vinculados por su correlatividad y su contradictoria complicidad, que termina produciendo una dirección común, un sentido resultante, aunque sea a regañadientes, de la tensión entre ambos.

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