San Miguel de Aralar es un paraje maravilloso donde se levanta un templo románico en honor del Arcángel San Miguel. Es uno de los centros de espiritualidad de Navarra y lugar de leyendas como la de Teodosio de Goñi.
Desde el Mirador San Miguel de Aralar se disfrutan las vistas de la Sierra de Urbasa-Andía, San Donato (Beriain) y el corredor de la Sakana.
En el mismo templo se puede contemplar el Retablo de Aralar, una obra de arte de 2 metros de longitud por 1,14 de altura que preside el presbiterio, se trata de una obra maestra del Arte Románico, de principios del siglo XII realizado con esmaltes y cristal de roca.
También se puede ver la imagen de San Miguel, del siglo XVIII, de plata sobredorada, que representa al arcángel, con las alas desplegadas y los brazos en alto sosteniendo la cruz sobre su cabeza.
Una escena de mi próxima novela "La inocencia del asesino" se desarrolla en ese lugar:
"La Capilla de San Miguel de Aralar, solitaria, fría, estaba exclusivamente iluminada por dos lámparas rojizas que colgaban junto a la hornacina en la que la imagen del Arcángel alzaba la Cruz de Cristo. Ese gesto salvador fue el que, según la leyenda, recogida en la Crónica de los Reyes de Navarra, fulminó al dragón de ojos centelleantes y ponzoñosa boca que amenazaba al caballero cristiano Don Teodosio de Goñi; esa cruz redentora en manos del Arcángel quebró las cadenas penitenciales que arrastraba para expiar la muerte de sus padres, causada por su torpe desconfianza. En aquel mismo lugar ordenó construir, a sus expensas, una iglesia adonde se retiró con su esposa, y allí —todavía hoy— se veneran la imagen de San Miguel y las cadenas del sacrificio.
El grupo rodeó al neófito, como queriendo protegerlo y darle calor, abrigándole contra el frío reinante y la humedad que exudaban las románicas paredes. Las voces apagadas murmuraron una oración en latín. Un halo de aliento helado brotó de las bocas orantes: Sancte Michael Archangele, defende nos in proelio…, contra nequitiam et insidias diaboli esto praesidium… El recipiendario, arrodillado en el reclinatorio, besó con unción un estandarte con la imagen de San Miguel bordada en el interior de un octógono perfecto, mientras una lágrima rodaba por su mejilla. "
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