La libertad garantiza nuestras instituciones políticas democráticas y nos hace ciudadanos nos dignifica porque nos empodera como seres humanos, varones o mujeres, autónomos y responsables; pero junto a la libertad civil y política existe otro gran valor dignificante: la piedad de la que habla Hans Castorp en “La Montaña mágica”, y que puede definirse como esa conciencia o sentimiento de asombro y respeto ante la profundidad de la vida y de realidad que nos rodea, a la vez, terrible y fascinante. Ese sentimiento, según el teólogo luterano Rudolf Otto, es, en su raíz, un sentimiento religioso, previo a cualquier confesionalidad, una reacción de asombro y temblor ante lo absolutamente Otro, y ese sentimiento de piedad, nos dignifica, nos vacuna contra la banalidad y nos hace conscientes de la radical originalidad de nuestra condición humana.
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