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¿Tiene riesgos la Inteligencia Artificial?—,por Javier Otaola

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EL CORREO. 25.junio.2023


Es impresionante toda la información que se viene publicando sobre la inteligencia artificial (IA) y sus posibles efectos buenos o malignos, a corto o medio plazo, en lo que se llama ya el mayor avance tecnológico desde la invención de la fisión nuclear. Toda nueva tecnología tiene riesgos. La máquina de vapor dio lugar a la obsolescencia de muchos empleos contra lo que se rebelaron los Luditas, un movimiento encabezado por artesanos ingleses en el siglo XIX. El cine de los hermanos Lumière o la invención de la radio, a través de los cuales Hitler transmitió su ideología del racismo, el odio y la violencia; o la televisión, que esparce bulos y banalidades; o los vehículos a motor, que han causado millones de muertes y gravísimas lesiones por accidentes; y no digamos nada del uso militar de la energía atómica.

La inteligencia artificial no es en realidad inteligente sino más bien lo contrario, pero gracias a su capacidad de registrar y leer miles de millones de datos produce un efecto parecido a la inteligencia. La IA es una máquina capaz de manipular y comparar billones de datos en segundos y a partir de ahí puede responder a preguntas y problemas realizando una predicción de palabras probables, de modo que en muchas ocasiones acierta. Pero cuando no tiene información suficiente da una explicación que suena plausible pero que es errónea. En esos casos los técnicos de IA dicen que GPT «alucina»; pero cuanto mayor es el fondo de datos que compara y la velocidad con la que los chequea, más probable es el acierto y la construcción de respuestas correctas y valiosas.

La podemos llamar 'inteligencia' en sentido figurado porque no piensa, solo detecta probabilidades a partir de la comparación de billones de datos. Con muy pocas instrucciones escritas en bengalí, Bard -la IA de Google- fue capaz de aprender todo el idioma bengalí, por su cuenta y no estando educado para eso, de modo que ahora puede traducirlo. Esta facultad generativa de la IA es el factor más novedoso porque implica de alguna manera la generación de respuestas que no están inicialmente previstas pero que la IA descubre como posibilidad a partir de su capacidad para hallar pautas, analogías y semejanzas. La clave está en los datos y la velocidad de su tratamiento.

La capacidad generativa de la IA es todavía limitada, pero a la velocidad que multiplica sus habilidades podemos dar por seguro el aumento de su 'inteligencia' y si a eso le sumamos la posibilidad de asociar IA con otras tecnologías -reconocimiento facial, neurocirugía, estadística y cálculo de probabilidades, ingeniería- estamos ante una frontera trascendental para el ser humano, con grandes beneficios en el ámbito jurídico, educativo, sanitario, científico y técnico... y con riesgos de la misma magnitud relacionados con las técnicas de control social, el uso de IA para el sabotaje mediante bombas cognitivas o de engaño y desinformación....

El cirujano y neurólogo francés Laurent Alexandre, especialista de las revoluciones tecnológicas, en su último libro, 'La guerre des intelligences: à l'heure de ChatGPT' (La guerra de las inteligencias: en la era de ChatGPT), señala algunas grandes perturbaciones que la aparición de la IA, y su exponencial crecimiento, va a producir. De hecho, la IA ya tiene un problema de origen: la aparición de nuevos y poderosos monopolios, difíciles, por no decir imposibles, de regular con los lentos y antiguos métodos con los que regulamos los monopolios industriales. Los nuevos monopolios tecnológicos no se basan en bienes físicos sino en la creación constante de gigantescas bases de datos que existen en un espacio virtual (ciberespacio), crecen exponencialmente y están, por un lado, en manos de las grandes empresas norteamericanas Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft (Gafam), y por otro lado, las empresas chinas Badu, Alibaba, Tencent y Xiaomi (BATX).

El Partido Comunista Chino ha puesto en marcha el sistema de control social tecnológicamente más sofisticado de la historia. Pronto miles de millones de cámaras podrán controlar, con las tecnologías de reconocimiento facial potenciadas por la IA, a los 1.500 millones de chinos. Esta sociedad educada en el principio tradicional confuciano -reforzado por el comunismo- de que lo colectivo prima absolutamente sobre lo individual puede asumir mansamente la transparencia absoluta de su vida privada si así se puede reducir la criminalidad, mejorar la educación o la sanidad.

El ciberautoritarismo facilitado por la IA puede llevar a hacer realidad la distopía de '1984' prevista por George Orwell. Los manifestantes de Hong-Kong en 2019 ya se mostraron ante la Policía con máscaras o cubiertos con paraguas, conscientes de que el ojo del Gran Hermano les vigilaba. La vida es riesgo y responsabilidad, la tecnología es riesgo, pero también nos ofrece la posibilidad de limitar ese riesgo.


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