«70 años después de la muerte del dictador, Putin no duda en equiparar su guerra contra Ucrania con la victoria contra los nazis » Javier Otaola Jueves, 9 de marzo 2023, 00:03 Acaban de cumplirse 70 años de la muerte de Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, más conocido como Iosíf Stalin, a las 21:50 del día 5 de marzo de 1953, completamente solo en su despacho personal. Tanto terror inspiraba que, durante horas, temerosos de su reacción, ninguno de sus asistentes y compañeros de partido se atrevieron a acercarse al diván en el que sufrió el derrame cerebral hasta que estuvieron convencidos de que estaba perfectamente muerto. Radio Moscú dio la noticia con la Sinfonía 'Patética' de Tchaikovsky (y cerró el obituario con la Suite en Re, de Bach), el locutor fue escueto: «El corazón de Josef Stalin ha dejado de latir en su apartamento del Kremlin. La muerte del mariscal constituye una pérdida irreparable para los trabajadores de la Unión Soviética y del mundo entero».
Tras la muerte de Vladímir Ílich Lenin, Stalin se hizo con la secretaría general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética entre 1922 y 1952, y presidió el Consejo de Ministros entre 1941 y 1953. Tiene en su debe histórico la infamia moral y política de haber provocado del orden de 20 millones de homicidios entre sus compatriotas, muertes arbitrarias e injustas organizadas como una meticulosa política de terror a través del sistema de campos de concentración y trabajos forzados del Gulag.
Otros tantos millones de muertos pesan sobre el siniestro personaje, autor de una consciente y criminal política de hambre en Ucrania, el llamado Holodomor ucraniano, pero eso no impide que Vladímir Putin lo esté subrepticiamente reivindicando como el autor de la victoria contra el nazismo. Y aunque sus estatuas han desaparecido de Rusia, sus restos siguen enterrados en el máximo lugar de honor, en la Plaza Roja al pie de las murallas del Kremlin. El afán de poder personal del camarada Stalin le llevó a emascular la sociedad rusa aterrorizando a cualquier referente moral o político que pudiera hacerle sombra en su papel de 'Babushka' o padre de la patria soviética. No dudó en asesinar al líder e intelectual comunista Trotsky en México a través de la mano del comunista español Ramón Mercader, e incluso en acusar de traición y ejecutar a sus antiguos compañeros bolcheviques, como Lev Kámenev y Grigori Zinóviev organizando los patéticos y terroríficos Juicios de Moscú, que inspiraron al escritor y excomunista Arthur Koestler la primera novela 'disidente' que ponía de relieve la profundidad de la dictadura soviética. Publicada originalmente en 1941, 'El cero y el infinito' es un retrato implacable del totalitarismo y sus mecanismos de destrucción moral, exponiendo el cinismo de una dictadura que se afirma como instrumento de liberación.
Han pasado 70 años de la muerte del dictador, y este año se cumplen 80 de la victoria soviética en Stalingrado. La heroica ciudad a orillas del gran río Volga, con un millón de habitantes, recuperó su histórico nombre de Volgogrado en 1961 cuando el PCUS reconoció bajo la secretaría de Nikita Jrushchov los crímenes de Stalin, pero desde 2013 ha vuelto a utilizar, como alternativo, el nombre de Stalingrado en virtud de una decisión de los concejales del Ayuntamiento de la ciudad mártir. Y se publicita siempre con el nombre impuesto por el dictador durante las diferentes fiestas y aniversarios dedicados a la victoria contra los nazis. Todo esto demuestra que la imagen de Stalin, a pesar de los horrores y violencias que impuso a la población durante su implacable tiranía, se ha banalizado. Según el instituto de sondeos independiente Levada, el 56% de los rusos se consideran «más bien de acuerdo» o «completamente de acuerdo» con el juicio histórico de que Stalin fue un «gran dirigente». El propio Vladímir Putin no duda en utilizar la imagen de Stalin como un referente patriótico y líder militar equiparando su política de guerra y anexión contra Ucrania con la victoria contra los nazis. La ONG Memorial, Premio Nobel de la Paz , creada por antiguos disidentes soviéticos para promover una historia veraz sobre el pasado de su país pero que ha sido prohibida en Rusia como supuesto «agente extranjero», mantiene una heroica resistencia contra el olvido de la violencia estalinista y en este momento sigue luchando para que se esclarezca el crimen de los 22.000 oficiales polacos que fueron hechos prisioneros y asesinados por los soviéticos en la doble invasión que sufrió Polonia, los nazis por el Oeste y los soviéticos por el Este.
El miembro del KGB Vasili Mijáilovich Blojín tuvo un papel destacado en ese crimen colectivo, ya que mató personalmente, con su propia arma, uno por uno, a unos 7.000 prisioneros en la masacre de Katyn, a 400 kilómetros de Moscú. Blojín ha sido probablemente el verdugo oficial y asesino individual más prolífico de la historia mundial del que tengamos registro. Sin embargo, fue un hombre muy condecorado. —Como dejó escrito Ramón J. Sender: «La conciencia del peligro es ya la mitad de la seguridad y de la salvación».
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