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Lost in translation


Publicado en EL CORREO, edición Álava. Jueves 18 de marzo de 2021, por Javier Otaola


Muchos quedamos prendados por esperanzador simbolismo de la liturgia civil que rodeó el acto de juramento del Presidente Biden en la colina del Capitolio después de los desgraciados incidentes del asalto a la sede de la soberanía nacional de los Estados Unidos. Uno de los momentos álgidos de esa hermosa liturgia fue precisamente la lectura del poema The Hill we climb (La colina que escalamos, o La colina que ascendemos) por parte de Amanda Gorman, restallante de luz con su abrigo amarillo y su radiante sonrisa destacando sobre su piel oscura. Ese momento de gloria ha atraído la atención de todo el mundo sobre la obra poética de Amanda Gorman y se han iniciado en distintos países procesos de traducción de esa obra a diferentes lenguas.



En Holanda la editorial Meulenhoff, seleccionó a Marieke Lucas Rijneveld una joven y brillante escritora recientemente premiada con el International Booker Prize, 2020 por su novela, traducida al inglés por Michele Hutchison con el título de The Discomfort of Evening. Con motivo de esta elección, apareció un artículo de la activista negra y periodista Janice Deul en el periódico neerlandés de Volkskrant, titulado “Sé la luz, no la colina” en el que dejando claro que no ponía en cuestión la calidad personal, literaria y profesional de Marieke Lucas Rijneveld, lamentaba que la editorial hubiera pasado por alto el valor simbólico y reivindicativo del poema de Amanda Gorman, y no hubiera aprovechado la oportunidad de seleccionar para esa delicada tarea de traducir un poema tan simbólico a una de las jóvenes poetisas de la minoría de color en los Países Bajos que se enfrenta en su país a situaciones y anhelos semejantes a aquellos que canta el poema.

Este artículo de Deul ha tenido un eco viral en las redes y ha dado lugar a que la propia Marieke Lucas Rijneveld haya declinado la propuesta de traducción declarando que comprendía que algunas personas pudieran haberse sentido heridas, y reconociendo al mismo tiempo que, en efecto, el carácter reivindicativo del poema exigía un lenguaje quizá más fuerte y más “sucio”, —emplea esa palabra— es decir, más cercano a la vivencia de marginación de su autora, Amanda Gorman, que se define a sí misma como “una chica, flaca, negra, descendiente de esclavos”.

El debate suscitado ha alcanzado carácter planetario, quizá por la resonancia global (BBC, EL PAIS; Le Monde, NYT…) que tienen los acontecimientos vinculados a la Presidencia de los Estados Unidos y al poderoso simbolismo de la joven Amanda Gorman leyendo su poema en la colina del Capitolio, y por la difusión internacional que ha alcanzado la obra de Gorman que se está traduciendo ahora mismo en más de 17 lenguas.

En España también ha resonado este asunto. Nuria Barrios, la traductora al español del poema de Gorman publicó recientemente un duro alegato contra lo que ella denominó “la lógica de Deul”. En Cataluña se ha producido un cambio del traductor inicialmente seleccionado, por la petición de Amanda Gorman de que deseaba que fuera una mujer y, si fuera posible, de color…El asunto es sensible.

Es un concepto admitido en literatura (traduttore traditore) que toda traducción es siempre aproximativa porque los idiomas no tienen correspondencias léxicas cien por cien exactas Se llama a eso el principio de “intraducibilidad”. La intraducibilidad sería esa propiedad de un texto, o de cualquier otro acto de habla, en una lengua, para el cual no existe un texto o acto de habla plenamente equivalente a su traducción en otra lengua. Siempre se pierde algo en la traducción. Evidentemente esta “intraducibilidad” es mayor o menor según la naturaleza del texto, no son lo mismo unas instrucciones de montaje de un mueble que una novela, o un poema. Normalmente un poema es el tipo de texto, en el que cada palabra está rigurosamente aquilatada por su sonoridad, su simbolismo, su exacto significado, y eso hace que su dificultad sea máxima dándose el caso de que en muchos supuestos el traductor se enfrenta a una verdadera laguna léxica lo que le obliga a tener que usar perífrasis.

Las críticas que yo he podido leer contra el artículo de Janice Deul se han fundado no tanto en las palabras escritas por la activista negra sino contra la idea de que aceptar cualquier excepción al principio de neutralidad subjetiva del traductor/a en cualquier tipo de obra implicaría asumir inevitablemente la ruptura de la universalidad de lo humano y la imposible intercomunicación entre las experiencias creativas.



Creo que cualquiera —la misma Janice Deul— comparte la opinión de que no se puede generalizar un principio de especialidad de esa manera; sería ridículo que para traducir a Proust fuera preciso ser homosexual y además de condición económica acomodada, para traducir a un autor varón blanco hubiera que escoger a un varón blanco, para traducir a una mujer, siempre debiera escogerse a otra mujer, para traducir a un autor católico, a otro católico y así en una espiral de especialidad ad infinitum…. Ese argumento es desleal en este caso porque se reduce al absurdo una proposición que nadie ha hecho. Se combate un argumento que nadie suscribe. La propuesta que está sobre la mesa es otra más limitada, y a mi juicio más razonable. Se trata de reconocer que hay obras singulares, que merecen un tratamiento excepcional. El poema La colina que escalamos es un poema excepcional por su carácter simbólico y por su valor reivindicativo de la condición racial y de género. Y ese valor de lucha y reivindicación me parece razonable que se traslade de alguna manera también al proceso de su traducción, sobre todo en un país como Holanda que tiene una problemática de discriminación en muchos aspectos similar a la que denuncia el poema The hill we climb, aunque los Países Bajos no tengan colinas.

Javier Otaola. Escritor.


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