El Rosario dedicado a María es una forma de oración, oral y repetitiva, típica del catolicismo-romano.
La ortodoxia , [kombóloi] o el anglicanismo [bead] tienen sus propias formas de "rosario" -
La oración rítmica y repetitiva de una plegaria o jaculatoria, nos pone en presencia de lo sagrado —Dios— y puede liberarnos de la conciencia egoica, que es una conciencia de codicia y de "hybris".
Esa práctica devocional tiene su mejor expresión en la llamada Oración del corazón. .
El Rosario más famoso de la literatura es el que aparece en la gran novela italiana del siglo XX, única y póstuma, escrita por Giuseppe Tomasi di Lampedusa , El gatopardo.
"Había terminado ya el rezo cotidiano del rosario. Durante media hora la voz sosegada del príncipe recordó los misterios gloriosos y dolorosos; durante media hora otras voces, entremezcladas, tejieron un rumor ondulante en el cual se destacaron las flores de oro de palabras no habituales: amor, virginidad, muerte, y durante este rumor el salón rococó pareció haber cambiado de aspecto."
En homenaje al Príncipe de Lampedusa y duque de Palma di Montechiaro hay una escena de Rosario en mi novela AS DE ESPADAS.
—Ahora y en la hora de nuestra muerte.
—Amen.
La recitación del Rosario había concluido. Durante media hora la voz pastosa de Don Salvador había recordado los Misterios Dolorosos; durante media hora el sacerdote había orquestado un murmullo ondulante de voces masculinas, voces de hombres de mundo, maduros, enseñados en las cosas de la vida. Durante aquella media hora esos hombres habían pronunciado palabras desacostumbradas en sus bocas, palabras llenas de poder como Gracia, Amor, Virginidad o Muerte. Durante ese tiempo la biblioteca de Santa Isabel se había alejado del mundo por obra de aquella salmodia en la que Don Salvador había ejercido con convicción sus poderes de oficiante.
Algunos habían seguido la rítmica deambulación de Don Salvador a un lado de la amplia estancia, otros —unos pocos— prefirieron hacer sus rezos sentados en los confortables sillones. Después de un primer momento de pudor por aquella oración que les devolvía a un tiempo de juvenil inocencia, ya casi olvidada, se sintieron aliviados en sus conciencias y agradecidos por esa liturgia común que les había hecho revivir una camaradería en la que querían seguir creyendo.
Concluido el rezo se rompió el tono de compostura reverencial que había presidido el acto, y se produjo una relajación general de la asistencia que irrumpió aliviada en una serie de salutaciones amistosas, de mutuas referencias y recuerdos. Se conocían como antiguos compañeros, pero no todos se habían tratado con la misma frecuencia. Algunos hacía años que no se habían visto. Era reconfortante volver a verse y reconocerse en lo que eran, por amor a lo que fueron.
Habían acudido fielmente a aquella cita a la que se habían emplazado años atrás. Todos: Salvador Aparicio, que después de haber estudiado Derecho se hizo cura, Rafa Unceta también licenciado en Derecho que había llegado a Jefe del Negociado de Presupuestos de la Dirección de Desarrollo de la Comisión Europea, Luis Raymond, economista y Consejero Delegado de la Swordfish S.A., Sabino García Iza, Arquitecto y Concejal de Urbanismo de Bilbao por el partido jelkide, Pablo Santaolalla profesor de Psicología en la Universidad de Deusto, Nacho Bidebarrieta, alias “Homo sapiens”, médico con una de las más caras clínicas de Cirugía estética de Bilbao, Javier Arrien, Abogado del Gobierno Vasco, Elías Olalde, Socio y Directivo de Life Security, y José Maria Sarobe, propietario de una empresa de pompas fúnebres, Mendebalde S.A.
—Estás como siempre José Mari —le dijo Javier Arrien a Sarobe.
—Yo no puedo decir lo mismo de ti. Tus famosas entradas han llegado a ser lo que desde siempre quisieron ser: una calva sin complejos.
—Así es.
—¿Te has casado? —preguntó Sarobe a Rafa Unceta.
—A nuestra edad la pregunta obligada ya no es si te has casado si no si te has separado —dijo Sarobe.
—Sigo con mi mujer. Felizmente casado y con dos hijas —contestó Javier Arrien
—¿Y tú Rafa? —preguntó de nuevo José Mari Sarobe.
—Soltero, sigo soltero, me temo que ya definitivamente. Con la edad uno se va haciendo cada vez más raro y lo que no has hecho de joven es difícil que lo hagas de viejo –contestó Rafa Unceta.
—Estamos en la mejor edad. Ahora sabemos del mundo y nos conocemos mejor a nosotros mismos. Ahora es cuando las mujeres nos encuentran más atractivos —dijo Nacho Bidebarrieta, alias “Homo sapiens”— Además, por si no lo sabéis la cirugía hace maravillas también en los hombres.
—No es tan importante si nos hemos casado o no, lo importante es cómo vivimos cada uno de nosotros nuestro estado —dijo Salvador
—Tienes razón, “padre” pero déjanos un poco de desahogo, no podemos estar siempre en guardia, hay veces en las que tenemos que relajarnos y frivolizar un poco. Somos mundanos —reconoció Luis Raymond.
—Eso es lo que me preocupa, lo dentro que tenéis el Mundo y lo lejos que estáis de Dios. De todas formas, os hacéis los duros; creo que en realidad sois más inocentes de lo que queréis aparentar —dijo Salvador.
—Algunos son más inocentes y otros quizá somos menos —aseguró José Mari Sarobe.
—Yo os miro, y me miro, y veo al chaval que cada uno de nosotros fue. En realidad, somos los mismos. A pesar de la edad y de las seguridades que nos ha dado el tiempo no podemos escapar a la mirada de los que nos han conocido siendo jóvenes —dijo Pablo Santaolalla, ejerciendo de psicólogo.
—Es como si todos hubiéramos desarrollado el guión que llevábamos dentro —añadió Nacho.
—Es verdad, somos terriblemente iguales a lo que éramos —confirmó Rafa.
—¡Lo que me ha costado reuniros ¡—dijo Salvador— ¡Alabado sea Dios ¡
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