El rapto de Ucrania y la nueva Guerra Fría
Si acordamos con la URSS el Acta de Helsinki de 1975, que a ojos de Moscú garantizaba un mapa de paz en Europa, por qué no lo vamos a lograr con Rusia JAVIER OTAOLA
De la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País
Martes, 1 marzo 2022, 00:06 La madrugada del 24 de febrero, Vladímir Putin anunció una «operación militar especial». Rápidamente se materializó la invasión de Ucrania y la narrativa de su 'justificación' se construye con los argumentos que el Kremlin ha venido repitiendo en diversas ocasiones desde 2008, a saber: la aspiración de Ucrania de unirse a la OTAN representa una grave amenaza para Rusia y durante los últimos treinta años no ha sido posible un acuerdo entre Rusia y los países de la Alianza Atlántica sobre una «seguridad equitativa e indivisible» en Europa. Según Putin no se han tomado en serio los intereses de seguridad de Rusia.
No podemos reconocer legitimidad a la invasión de Ucrania, pero no nos puede sorprender. Rusia no está haciendo nada que no haya hecho anteriormente la Unión Soviética. Y si Occidente ha sido capaz de evitar una confrontación militar directa con la Unión Soviética de Stalin, Jrushov, Brézhnev o Andrópov no hay razones para que no sea capaz de hacerlo con la Federación Rusa de Putin. Aquellos no eran mejores que este.
La Unión Soviética (léase Rusia) ya atacó a mediados del siglo pasado dos países europeos: Hungría y Checoslovaquia. Cuando Occidente estaba ocupado en el conflicto del Canal de Suez, la URSS invadió -el 4 de noviembre de 1956- Budapest y otras regiones del país. La resistencia húngara se mantuvo durante seis días, pero fue aplastada. En la noche del 20 al 21 de agosto de 1968, lideradas por la Unión Soviética, tropas del Pacto de Varsovia invadieron la República Socialista de Checoslovaquia y 'manu militari' se acabó con la llamada Primavera de Praga.
La desaparición de la URSS como Estado en 1991 supuso también el final del Pacto de Varsovia y dejó en el aire la efectividad del equilibro de poderes en Europa vigente desde 1945, y de alguna manera también la efectividad del Acta Final de Helsinki de 1975 firmada entonces por Brézhnev, el mismo año en que el joven Putin se incorporaba al KGB. El Acta Final de Helsinki es el documento que, a los ojos de Rusia, mejor garantizaba un mapa de paz en Europa basado en limitaciones y mecanismos de confianza que alejaran la posibilidad de confrontaciones militares entre la OTAN y el Pacto de Varsovia.
Desde el Acta Final de Helsinki de 1975 han pasado muchas cosas y han cambiado completamente los equilibrios de fuerza. La URSS ha desaparecido como gran patria soviética, también el Pacto de Varsovia como zona de influencia y seguridad de Rusia, ha caído el Telón de Acero y casi todos los países del área de influencia de la extinta URSS son ahora miembros de la OTAN. Esa situación ha llevado al Kremlin a la humillación de ser abandonado por sus antiguos países hermanos del Pacto de Varsovia y a ver a su eterna enemiga -o, al menos, rival- Alianza Atlántica acercarse peligrosamente a sus fronteras, desde el mar del Norte hasta el mar Negro.
A lo que estamos asistiendo -impotentes- es a una reacción de orgullo de superpotencia herida, Rusia, que se siente menospreciada y movida por el despecho lleva a cabo un gesto de autoafirmación: el rapto de Ucrania. Ese rapto no es sino un acto de fuerza y merece un rechazo frontal desde el punto de vista jurídico y político. Habrá que responder -ya se está haciendo- con medidas económicas y políticas severas a la altura del atropello que significa. Pero desgraciadamente no podemos engañarnos y sabemos que esas medidas las sufrirá la población rusa con resignación 'soviética', pero no van a alterar la estrategia militar del Kremlin.
[Invasión sovietica de Checoslovaquia 1968]
Como señaló Max Weber, frente a la ética de los principios o del bien a toda costa, en el mundo de la guerra y la política se impone la ética de la responsabilidad o del mal menor, sabemos que a pesar del rechazo que nos provoca la invasión rusa de Ucrania de ninguna manera podemos asumir la posibilidad de una respuesta militar del mismo nivel de la que está desplegando Rusia y provocar así una guerra mundial o continental por la causa de Ucrania. Sería completamente insensato. Eso no significa que podamos blanquear o disculpar el rapto de Ucrania. La respuesta, a mi juicio, provocará necesariamente una nueva Guerra Fría a cara de perro entre Rusia y Occidente de duración indeterminada, como la que ya vivimos el siglo pasado con la URSS, lo que quizá refuerce los vínculos de Rusia con China.
Quiero pensar que Rusia y los países de la OTAN entraremos en una vía de realismo político. Nos veremos obligados a escoger no entre lo bueno y lo malo, sino entre lo malo y lo peor. Si pudimos acordar con la URSS el Acta Final de Helsinki firmada el 1 de agosto de 1975 en el marco de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE), no veo por qué no vayamos a poder conseguir lo mismo con Rusia cuando callen las armas y comencemos el recuento de daños, de muertos y heridos.
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