El gran Georges Moustaki se definía a sí mismo en una de sus poéticas baladas —Je suis un autre— como un pesimista alegre o bien como un optimista trágico.
El término «optimismo trágico» lo acuñó el psiquiatra Viktor Frankl (1905-1997), quien logró sobrevivir tres años en Auschwitz y otros campos de concentración y exterminio de la Segunda Guerra Mundial. Fruto de esa terrible experiencia fue su obra «El hombre en busca de sentido», y su sistema terapéutico denominado precisamente Logoterapia, en el que menciona la idea del optimismo trágico.
Frankl señala tres heridas trágicas fundamentales que constituyen la existencia humana. Lo denomina la «tríada trágica»: el sufrimiento general de la pérdida, la frustración y la enfermedad, la culpa, moral o psicológica y la conciencia de la propia muerte.
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