¿Hay aún un arriba y un abajo?
Cuando Nietzsche proclamó la muerte de Dios, en 1882, no quiso desde luego decir que Dios hubiera existido en algún momento y después hubiera muerto, pero existiera o no, lo que sí constata es que hubo un tiempo en que la idea misma de Dios tuvo una vigencia real en la conciencia humana como "dador de sentido"; frente a esa vigencia histórica Nietszche constata que en ese momento toda idea de Sentido se ha esfumado, no solo la Divinidad sino también cualquier otra que pudiera desempeñar las mismas funciones como "dadora de Sentido", como la Razón, la Naturaleza humana, el Bien...No existe ya —según Nietzsche— ninguna referencia de valor que "construya sentido". Ese anuncio de la Muerte de Dios, del profeta de la Nada, Zarathustra no es simplemente una declaración de ateísmo radical, es mucho más: se ha hecho imposible toda creencia o convicción fundada en una referencia general que defina un horizonte de sentido, ni Dios, ni la Tradición, ni el Progreso, ni la Revolución, ni la Ciencia...: son capaces de dotarnos de ningún sentido plausible ; Nietzsche nos invita a asumir nuestra situación de desamparo, sin lloriquear sino con coraje e incluso con una especie de alegría desesperada: NO HAY NADA a lo que podamos referirnos que no sea nuestra propia voluntad. No hay ningún valor que me oblige a decir YO DEBO, solo queda el YO QUIERO. Solo queda el Super-hombre, es decir esos hombres y mujeres que se dan sentido a sí mismos como el fantástico y embustero Barón de Münchhausen, que era capaz de sacarse a sí mismo del agua levantándose por su coleta. Es decir autorescatándose.
Esta proclama de la Muerte de Dios realizada en su obra La Gaya Ciencia —Die fröhliche Wissenschaft—inaugura lo que se ha venido a llamar el tiempo de la NADA o el Nihilismo. Nos sujetamos en el vacío agarrándonos a nosotros mismos por las solapas para no caer.
Asumir esta experiencia radical de Sinsentido, Oscuridad y Finitud, sentirnos sin remedio ARROJADOS a la NADA y al mismo tiempo alegres, por un amor sin condiciones a la Vida es lo que propone Nietzsche en su Gaya Ciencia.
Según Nietzsche asumir la “muerte” de todo sentido no nos debe entristecer sino que nos debe enseñar a vivir una nueva forma de humanidad, más elevada, tenemos que aprender a vivir “en el aire”, sin lo absoluto, en la “inocencia del devenir”, en un dejarse llevar, en un flujo cambiante, adaptándonos a las exigencias de la vida sin esperanzas ni engaños, abrazando con alegría la Vida con todos sus dolores y placeres.
La asunción de la muerte del Dios/Sentido es para Nietzsche la condición para la aparición del superhombre, o sea lo que vendrá después del antiguo hombre.
Asi lo dice en “La Gaya ciencia” el personaje del Loco:
“¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo voy a decir”, les gritó. ¡Nosotros lo hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos somos sus asesinos! Pero, ¿cómo hemos podido hacer eso? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Y quién nos ha dado la esponja para secar el horizonte? ¿Qué hemos hecho al separar esta tierra de la cadena de su sol? ¿Adónde se dirigen ahora sus movimientos? ¿Lejos de todos los soles? ¿No caemos incesantemente? ¿Hacia adelante, hacia atrás, de lado, de todos lados? ¿Hay aún un arriba y un abajo? ¿No vamos como errantes a través de una nada infinita? ¿No nos persigue el vacío con su aliento? ¿No hace más frío? ¿No veis oscurecer, cada vez más, cada vez más? ¿No es necesario encender linternas en pleno mediodía? ¿No oímos todavía el ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿Nada olfateamos aún de la descomposición divina? ¡También los dioses se descomponen! ¡Dios ha muerto y nosotros somos quienes lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos, nosotros, asesinos entre los asesinos? Lo que el mundo poseía de más sagrado y poderoso se ha desangrado bajo nuestro cuchillo. ¿Quién borrará de nosotros esa sangre? ¿Qué agua podrá purificarnos? ¿Qué expiaciones, qué juegos nos veremos forzados a inventar? ¿No es excesiva para nosotros la grandeza de este acto? ¿No estamos forzados a convertirnos en dioses, al menos para parecer dignos de los dioses? No hubo en el mundo acto más grandioso y las futuras generaciones serán, por este acto, parte de una historia más alta de lo que hasta el presente fue la historia. Aquí calló el loco y miró de nuevo a sus oyentes; ellos también callaron y le contemplaron con extrañeza. Por último, arrojó al suelo la linterna, que se apagó y rompió en mil pedazos: “He llegado demasiado pronto, dijo. No es aún mi hora. Este gran acontecimiento está en camino, todavía no ha llegado a oídos de los hombres. Es necesario dar tiempo al relámpago y al trueno, es necesario dar tiempo a la luz de los astros, tiempo a las acciones, cuando ya han sido realizadas, para ser vistas y oídas. Este acto está más lejos de los hombres que el acto más distante; y, sin embargo, ellos lo han realizado.”
Esa reivindicación de la NADA, esa muerte de todo valor no nos trajo una Humanidad más segura de si misma, mas autónoma, liberada y alegre como pretendía Nietzsche sino que alimentó por el contrario un terrible miedo a la libertad; dio lugar a la aparición de nuevos dioses e ídolos sustitutivos. El siglo XX, el siglo de la Nada abrió el paso al horror del Nacional-Socialismo y a Auschwitz, al Comunismo Soviético y el infierno del GULAG.
Ante el espanto de ese vacío, los seres humanos quisimos reencontrar un fundamento que sustituyera al viejo Dios asesinado. En 1948 nos propusimos, bajo los auspicios de las Naciones Unidas a formular una Declaración Universal de los Derechos Humanos que exorcizara los horrores de la Auschwitz, el Gulag...Pero descubrimos, al definir el Preámbulo de esos Derechos que NO compartíamos realmente ningún valor fundamental sobre el que construir la Declaración Universal de Derechos Humanos. No sabíamos por qué debían reconocerse y garantizarse esos derechos No había ya ni Dios, ni Tradición, ni Principio, ni Verdad compartida entre todos, válido para todas las tradiciones y culturas; todavía no había escrito Huntington su Choque de Civilizaciones pero ya vivíamos en la Guerra Fría y el mundo estaba dividido: El Primer Mundo Capitalista y Democrático, el Segundo Mundo, a su vez dividido, entre el comunismo soviético y el comunismo chino, el Tercer Mundo, con las tradiciones comunitarias africanas, el mundo del Islam con su cosmovisión totalizadora...
Para fundamentar la Declaración Universal tuvimos que recurrir al sentimiento más antiguo, ese que nos acompaña desde el principio de los tiempos: el Miedo —Padre de tantas cosas— el Miedo a la Barbarie que nos espantó durante todo el siglo XX y que siempre nos acecha y el Miedo a la Rebelión a la que los seres humanos nos veríamos comprensiblemente compelidos si esos derechos no se respetaran.
Así dice el Preámbulo de la Declaración:
Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias;
Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión;...
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No comparto el nihilismo de Nietzsche, mi camino y mis encuentros me han llevado en otra dirección, hay algo en el fondo de mi experiencia que me arraiga a una forma de confianza radical, no es una confianza ciega sino una forma de pesimismo alegre, que tiene algo también de gaya ciencia, quizá por eso encuentro admirable su libertad de espíritu y su coraje intelectual. Federico Nietzsche rechazó toda autocompasión a pesar de las dificultades y sin sabores de su vida personal: huérfano de padre desde muy niño, se alejó de una madre simple y una hermana ambiciosa y estúpida, vivió solo, sin amor —la única mujer a la que amó Lou Andreas-Salomé, le rechazó como amante—, fue despreciado por la Universidad de su país, vivió enfermo de terribles jaquecas oftalmológicas, con muy pocos amigos, se enfrentó a TODO y se atrevió a tanto que llegó a perder la razón quedando postrado en una especie de vida que no fue mas que una agonía de once años.
Paradógicamente su mejor amigo, el que le realmente le quiso y el último que le vio con vida fue el teólogo Franz Overbeck que pudo hablar con el mismo día de su muerte, en un momento de lucidez que les permitió conversar casi como en los viejos tiempos.
Descanse en Paz, Federico Nietzsche, en la esperanza del Eterno Retorno.
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