Andrómeda encadenada
PROMETEO: ¡Oh divino éter y vientos
de rápidas alas, fuentes de los ríos,
abundante sonrisa de las olas marinas!
Esquilo
La espuma me cosquillea los talones
y tú que tienes miedo de mi cuerpo mortal
y en él buscas algo imperecedero, algo etéreo
y las heridas abiertas encuentras inclinado sobre ellas
no aspires el dolor de mi sangre
no el castigo por el que enloquezco y ahogo peces.
He rastreado todas las corrientes de Océano
todas las aristas de este roquedal dormido
el horizonte donde resucitan las náyades
el mensaje cifrado de las nubes
y el vuelo preñado de las gaviotas.
Bajo el Sol, al que vanamente invoco
el amor se me consume.
Mi carne es ya sólo un gran temblor que crece
que nadie recuerda por los caminos
y tu voz de hombre −cálida e inquieta−
mueve mi sombra de liquen que se evade y ofrece.
¿Quién eres que traes agua dulce
y a mi boca te ciñes alado?
No ves que estoy circuncisa por la mella del destino
y que ya naufragó esa docilidad que precisan los besos.
Quisiera amarte pero ignoro quién eres.
En la fugaz plenitud del mediodía aún tengo recuerdos
de cuando los dioses me prendían con salitre flores maceradas
pero mi rostro derrotado cedió ante las tempestades
por decoro o humildad no desparramé blasfemias
no salpiqué desde el vientre mi espanto a los corales.
La esperanza no me traiciona porque es cómplice de mi
muerte.
No puedo escapar a la furia del mar y su látigo
ni al clima rudo y las nieblas, luces centelleantes o viento
inútil es luchar o ignorar el abismo que me rodea
ahora sé lo que significa ser isla
defenderme edificando con mis piernas muros de arena
emerger y disputar la brisa a este acantilado
que me apresa como una lápida vertical.
Aquí el olvido tarda tanto como la muerte.
La última vez que amé transfiguré llamas en líquido
y tú osas perturbar la paz con la que me erosiona el tiempo
me haces creer que puedo escapar de esta acuosa vigilia
donde vivo y palpito sin respirar siquiera
extendida sobre el dominio del silencio.
Cómo huir de los escombros que aposentaron las mareas
de estos escollos con los que la vida escarnece a los mortales
si contra mí ha de estrellarse la convulsa soledad que trae Ceto.
Libérame tú del monstruo
del gris hostil que desuela las horas
rompe mansamente los grilletes
pues soy Andrómeda Encadenada.
La que habita en el foso de sí
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